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martes, 1 de junio de 2010

Sol de mi tierra para José Caballero

CRÍTICA

Sol de mi tierra para José Caballero

María de la Rosa Velasco



Pedro Gil Mazo admiraba

A José Caballero

como a nadie.

Fue su principal influencia,

de él absorbió todo lo que

pudo porque le encantaba

lo que creaba.

Por eso este cuadro, como

otros tantos, es para él,

“Sol de mi tierra para José

Caballero”, su amigo. Gil-

Mazo quiso dedicarle una

atención que, sabía, merecía.

Su forma de agradecimiento

y reconocimiento

era también a través del

arte. Así, creó esta obra.

José Caballero respondía

cada vez que Pedro le

pedía algo para su tierra –

como hacía siempre-. En

esta ocasión, era él quien

quería regalarle un trocito

de esta tierra de la que

siempre estuvo enamorado.

Se trata de una obra de dimensiones

considerables

(96,5 x 150 cm), realizada sobre madera. No es

una simple pintura, pues el artista utilizó una

técnica mixta a la hora de elaborarla. La pintura

matérica, como a su maestro, le llamaba mucho

la atención, y la trabajó. En este cuadro, Pedro

presenta una práctica que refleja en muchas de

sus obras: tela encolada. Con ella, da vida al

cuadro. Su obra no se conforma con querer escapar

de la madera, sino que lo hace. Además,

utiliza otros materiales para resultar una masa

que no sólo mancha la base, sino que la enriquece.

Es un cuadro que se enmarca dentro del expresionismo,

una de las tendencias sobre las

que se movió este artista de Punta Umbría. En

ella, quiere expresar a un amigo que comparte

con él lo mejor que posee, lo mejor que podría

regalarle. La luz de su tierra, y con ella, todo.

Esta composición pictórica está dividida en

dos partes. Una franja separa la parte superior,

un poco más estrecha, de la inferior. La franja

divisoria no es una línea delicada, sino gruesa

y un poco irregular. Pedro no buscaba la perfección,

sino la creación, la artesanía. Las partes

están también diferenciadas por el color.

Colores fríos, con tonos azules y grises arriba;

y colores cálidos, destacando el naranja y los

tonos rojizos debajo. La parte superior es más

ligera que la inferior, que concentra todo el

peso de la obra. Sin embargo, lo importante

queda en la mitad izquierda superior, la que

normalmente tiene menos fuerza en una obra

de arte. Es así porque Pedro usó una forma geométrica

en su cuadro, usó el círculo.

El círculo era influencia clara de su gran

maestro y amigo. José Caballero comenzó a interesarse

por formas geométricas puras en la

segunda mitad de los sesenta, buscando la simplificación

de la obra, eliminar lo superfluo, intentando

reflejar la esencia. Tras probar con el

rombo y más tarde con forma piramidal, descubrió

el círculo como la forma perfecta para

expresarse. Aunque en un primer momento

buscaba en la figura nuevas posibilidades plásticas,

pronto cobró una importante fuerza simbólica

en la obra del pintor. En eso se inspiró

Pedro cuando, en los ochenta, unos veinte años

después, comenzó a presentar esta forma geométrica

en sus cuadros. Él también buscaba lo

que Caballero ya había encontrado. Pero no se

trataba de una imitación al ilustre pintor, sino

de hacer referencia y aprender de él. Cada uno

con su estilo. Así, Gil-Mazo nunca dedicó una

obra a un círculo aislado, como tantas veces

pintó Caballero. Pedro incluía el círculo en sus

obras, pero siempre estaba acompañado de algo

más.

Otra clara influencia de este artista en Gil-

Mazo es la inclusión de grafías entre la pintura.

En este caso, insertó las iniciales de la persona

a quien iba dedicada la obra. No necesita escribir

en ella nada más, porque no hay nada que

explicar.

El sol que Gil-Mazo regala a José Caballero

es precisamente el círculo que le caracteriza,

por eso sus iniciales están cerca de él. Este

sol es de tonos grisáceos, y de fondo, el azul

oscuro lo cubre todo, aunque pueden verse

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tres círculos de diferente tamaño del mismo

color pero con un tratamiento diferente, tienen

un poco de relieve. La línea gruesa que

divide la composición es lo que representa el

horizonte. El sol, y el arte de José Caballero,

están arriba, por tanto, en el cielo. A pesar de

ser la zona de colores fríos, las iniciales JC y

varios círculos que se encuentran dentro del

círculo principal, son de color naranja, destacando.

Debajo del horizonte, se encuentra su tierra,

Punta Umbría. Sobre un fondo de tonos naranjas

y rojizos, aparecen elementos que mezclan

los colores fuertes con otros más claros. En

estos elementos, es muy posible que Pedro estuviera

representando a su gaviota, la que no

podía faltar en una obra suya. La figura que

está a la derecha de todas, refleja una forma que

se asimila a las alas de este ave que siempre

está rondando por el cielo puntaumbrieño. Las

demás se asemejan a las velas de los barcos.

Así, también representaba el mar y la tradición

marinera de su pueblo.

Este “Sol de mi tierra para José Caballero” es

una de las obras que componen la exposición

permanente de la Sala Pedro Gil Mazo del Centro

Cultural de Punta Umbría, la tierra de

Pedro. No son muchas las que acompañan a

ésta, a pesar de la enorme colección que espera

escondida a que llegue el día en que salga a la

luz.

Ojala dentro de no mucho tiempo se pueda

disfrutar de su patrimonio al completo, que está

Lleno de verdaderas obras de arte, como ésta.

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